Recuerdo los que debían ser "los mejores años de mi vida" encerrada en casa condicionada por mis complejos (con fundamento, ya que a los 22 años ya tenía un sobrepeso importante) que me habían llevado a recluírme en mi habitación dejando de vivir lo que correspondía a alguien de mi edad. Dejé de salir por la noche, dejé de ir a mi pueblo por el verano y por tanto, perdí mis amistades. Tenía miedo al rechazo, a que me criticasen y sobre todo, a ver en los ojos ajenos lo que en el fondo yo empezaba a pensar de mi misma (que era una fracasada). Recuerdo los veranos a oscuras pensando cómo sería volver a la playa, recuerdo leer en la frente de mi padre la palabra "decepción" y recuerdo esa filosofía tan errónea que me ha acompañado siempre de "lo haré mañana". Cada verano pensaba "no voy a la playa porque estoy gorda pero este verano es el último, pondré medidas y el verano que viene me pondré un bikini y estaré tremenda". Todo lo transportaba al futuro, todo lo haría en el futuro (porque ahora los kilos me lo impedían) y entre sueño y sueño, no me daba cuenta de que había elegido equivocadamente, había decidido estar muerta en vida y llevar una vida de reclusión social. El reloj seguía funcionando para el resto de los mortales pero para mi se había detenido (aunque yo me autoconvencía de que en breve le pondría pilas y volvería a funcionar). ¡Qué gran mentira! Año tras año, el problema (sobrepeso) se agrandaba y el reloj no hacía tic-tac sino más bien estaba estropeado; pronto empecé a comprender que "estaba muerta en vida" y que mi ánimo descendía en picado gracias a mi teoría del "lo haré mañana". Aquí comenzaron mis problemas de soledad, de aburrimiento y de "depresión" (permítanme las comillas, ya que nunca me he considerado una persona depresiva pero he de reconocer que estaba tocando fondo y decidí acudir a mi primera psicóloga y de rebote, a mis primeros antidepresivos -Seroxat se llamaban-). Al poco tiempo cambié (por mis estudios) de residencia, lo que me ayudó a sentirme más libre y poco a poco aprendí a vivir y a permitirme salir un poco, a aceptar mi nueva situación y a no dejar para mañana lo que podía hacer hoy.